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Presentación

Carlos Arturo Fernández

Grupo de Teoría e Historia del Arte en Colombia
Facultad de Artes Universidad de Antioquia

Quizá la estrategia fundamental de Camilo Echavarría en sus Paisajes Ilustrados tiene que ver con los vínculos y contraposiciones que pueden establecerse entre la fotografía y la pintura. Este trabajo retoma la relación entre los dos medios desde marcos históricos, conceptuales y de experiencia que, justamente porque no se asumen como descubrimientos que buscan impactar por su novedad, posibilitan desarrollos originales, cargados de sentido, que tienen fundamento en la historia y en la cultura. En realidad, cuando Camilo Echavarría define sus trabajos como Paisajes Ilustrados, afirma que ha establecido un diálogo con un momento histórico que ilumina su reflexión. Y el resultado de ese diálogo es particularmente enriquecedor. Por una parte, en estas obras está presente la idea de que el paisaje no es un asunto natural sino, sobre todo, una creación humana. En el terreno del arte, la simple naturaleza se convierte en paisaje por la presencia e intervención del hombre que la transforma al vivirla, o que nos la entrega en una imagen subjetiva, creada a partir de sus propias experiencias. En ese sentido, el paisaje como creación se aparta de la simple topografía y reivindica otros parámetros de realidad y de verdad que encuentran su fundamento en el universo conceptual del artista. El recuerdo de Cézanne bastaría para demostrarlo.

Por lo demás, al igual que en las imágenes de los viajeros, los Paisajes Ilustrados de Camilo Echavarría son el producto de un proceso de construcción en el cual, más que la desnuda verdad de lo visto, interesa la verosimilitud de la observación y del análisis, es decir, la verdad de lo vivido. En consecuencia, el resultado logra una especial capacidad de convicción: como si dijéramos que estas fotografías son más reales que la misma realidad. Y cuando al observar la fotografías las percibimos de esta manera, estamos reconociendo que los paisajes de Camilo Echavarría no se limitan a ser espacios exteriores más o menos interesantes, pintorescos o sublimes, sino que, como paisajes que son, en el sentido profundo del concepto, manifiestan intensamente la idea de un recorrido temporal. Son historia, no solamente naturaleza: historia que es experiencia y cultura, donde las cosas no se producen espontáneamente sino que son efecto de un desarrollo de sentido.

Y al final, si se quiere, queda planteada de nuevo una extraña relación entre fotografía y pintura, que supera el debate convencional. De alguna manera, aquí se cuestiona la vieja convicción acerca de la veracidad del documento fotográfico, convertida ya en una frase hueca y sin sentido, para reivindicar, por el contrario, una total libertad que tradicionalmente fue patrimonio de la pintura. Ante estos Paisajes Ilustrados no tiene sentido preguntar por el lugar exacto o por el proceso técnico desarrollado. Lo fundamental, sin ninguna duda, es vivirlos como una experiencia histórica y cultural que nos permite comprender la vigencia del paisaje, que no es una realidad exterior sino la manifestación de los vínculos que establecemos con el mundo que nos rodea.
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